Un día como periodista en la Semana de la Ciencia del Instituto de la Grasa

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Por Marta Sánchez-Migallón.

La Semana de la Ciencia es el mayor evento anual de divulgación de la ciencia en Europa, en el que, durante dos semanas, universidades, centros de investigación, empresas, etc., es decir, los agentes del conocimiento, organizan multitud de actividades dirigidas a los jóvenes y a la ciudadanía en general.

En definitiva, no deja de ser un encuentro entre la sociedad y la ciencia, dos semanas en las que la imaginaria, pero existente, línea divisoria entre el conocimiento científico y la ciudadanía desaparece para dar paso a una relación recíproca y natural entre este conocimiento y aquellos a los que realmente compete e interesa, todos nosotros, y sobre todo a los jóvenes cuyo futuro aún está por definir.

En la Semana de la Ciencia 2021, el Instituto de la Grasa del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, (CSIC) ha desempeñado un papel activo y divulgativo para con el conocimiento que emerge del trabajo de sus investigadores. Desde el día 2 hasta el 12 de noviembre el instituto ha contado con la visita de varios centros de educación secundaria sevillanos, normalmente estudiantes del bachillerato científico y tecnológico, además de dos centros de estudio de dietética. La dinámica establecida por el personal del instituto para ofrecer una experiencia completa e instructiva a los jóvenes invitados estaba organizada en varios eventos desarrollados durante la mañana, una charla de apertura, desayunos o cafés con ciencia, visita o excursión exprés por los laboratorios e instalaciones del centro y finalmente una charla de cierre. A priori es lógico el orden, de hecho, no se podría hacer de otra forma.

Desde una perspectiva externa, aquella que no deja de tener un periodista que comprende la importancia y suma necesidad de la divulgación, en este caso, científica, contaré cómo, desde una posición externa a la del científico y el alumno con el que comparte su conocimiento, una llega a la conclusión de que es poco el tiempo que dura la Semana de la Ciencia.

Instituto de la Grasa – 10/11/2021

Javier Sánchez Perona, científico titular del Instituto de la Grasa, da la bienvenida a 54 alumnos de segundo de bachillerato del colegio sevillano Salesianos de la Trinidad. Javier explica la transición de la Junta de Ampliación de Estudios hacia lo que hoy conocemos como CSIC o Consejo Superior de Investigaciones Científicas de nuestro país. Un recorrido por las figuras científicas más importantes que formaban parte de este organismo, Santiago Ramón y Cajal, Federico García Lorca, Salvador Dalí, etc., científicos y artistas convivían y ponían en común su conocimiento. Tras la Guerra Civil española este organismo tomó el nombre actual, CSIC, en el que se engloban todas las áreas del conocimiento, literatura, biología, matemáticas, química, etc. Siguiendo el recorrido cronológico que Javier expone a los invitados se llega al año 1947, fecha de creación del Instituto de la Grasa. Este centro de investigación se crea para resolver los problemas que por aquel entonces tenía la industria del aceite y las aceitunas.

El investigador Javier Sánchez Perona hace una introducción de contexto sobre el CSIC y el Instituto de la Grasa en el salón de actos.

Hoy, para el Instituto de la Grasa es fundamental conseguir y desarrollar alimentos que sean sanos y seguros teniendo en cuenta la sostenibilidad medioambiental. Así, personal científico, técnico, de administración y de mantenimiento cooperan para llevar a cabo el objetivo que da valor a este centro de investigaciones científicas.

Luego de esta dinámica presentación, los alumnos ya estaban en contacto con la razón de ser del Instituto de la Grasa y descubrieron que en este remoto lugar situado dentro del campus universitario Pablo de Olavide se llevan a cabo más investigaciones y actividades de las que si quiera hubieran podido imaginar, y no cualquier investigación, sino aquellas que aportan utilidad, conocimiento, innovación, mejoras y sabiduría a industrias tan importantes para la sociedad como aquellas que elaboran productos que interfieren directamente con la salud humana, industrias, entre otras, alimentarias.

Llegó el momento de que los alumnos fueran más allá, y para profundizar sobre algo hay que empaparse de ello. Empieza el desayuno, lo que da lugar a que esta actividad se llame café con ciencia. En grupos, los estudiantes charlan con varios científicos mientras degustan un sabroso desayuno, como no podía ser de otra forma, tostadas con aceite de oliva virgen extra. Cada científico se convierte en el anfitrión de una mesa de desayuno, contando a los chicos y chicas qué es lo que hacen y el valor social que indudablemente aportan con cada proyecto. Este día fueron cuatro los investigadores que compartieron su trabajo con los adolescentes:

  • Ángeles Trujillo Reyes, investigadora predoctoral. Tema de su charla: ¿Cómo podría producirse energía renovable a partir de residuos sólidos generados en la industria agroalimentaria o en nuestros hogares?
  • Alejandra Bermúdez Oria, investigadora postdoctoral. Tema tratado en su mesa: ¿La fibra es solo para el tracto intestinal? ¿O para la salud en general?
  • Ana Marín Gordillo, investigadora predoctoral?p=1011&preview=true&_thumbnail_id=1020: Dime si comes aceitunas y te diré qué microorganismos tienes.
  • Diego Luis García, científico titular del IG: El placer de comer y la química del aroma.
El investigador del Instituto de la Grasa, Antonio Moreno, en el Café con Ciencia, hablando de los colores de la biotecnología.

El café con ciencia abrió paso a la visita guiada por el instituto, sus instalaciones y laboratorios, un recorrido bastante completo. Tras visitar algún que otro laboratorio, eso sí, sin molestar a los científicos que estaban trabajando, otra parte de la visita consistía en enseñar la maquinaría antigua empleada para la producción del aceite de oliva que consta como “piezas de museo” en el jardín que divide el edificio principal de la planta piloto experimental. Una vez entramos en la planta piloto, por orden, se visitaron las siguientes secciones: la almazara experimental para explicar el proceso de extracción del aceite de oliva; la planta de refinación donde los aceites son tratados para eliminar “defectos” y hacerlos aptos para el consumo humano; y la planta de biotecnología utilizada en los procesos de producción de la aceituna de mesa (clasificadora, deshuesadora, limpieza, fermentadores, envasado, etc.). Además de las plantas de proteínas y fitoquímicos donde se estudia la obtención de componentes bioactivos procedentes de subproductos del olivar o de otras industrias alimentarias en agricultura y alimentación. Actividades que se explicaron a los chicos de manera sencilla y más que detallada.

La investigadora Ana Marín, muestra la planta piloto de aderezo de aceitunas del Instituto de la Grasa.

En los exteriores del instituto se visitó el olivar experimental donde hay variedades de olivos de países de toda la cuenca mediterránea y, por supuesto, el invernadero que permite obtener cosechas de cultivos durante todo el año.

Guillermo Rodríguez Gutiérrez, también científico titular del Instituto de la Grasa, cerró la visita haciendo referencia y honor al aceite de oliva en todas sus variedades y al fruto del que proviene, la aceituna. Después de una cata, en su fase olfativa, los participantes de la experiencia hicieron sus apuestas por tratar de orientarse hacia uno u otro tipo de aceite.

En definitiva, los chicos se empaparon del conocimiento que emerge de cada rincón del Instituto de la Grasa. El resto de días, los Cafés con Ciencia tuvieron a otros investigadores como protagonistas y no me quiero olvidar de ellos: Manuel Jarén, Marta Berlanga, Elio López, Juan Cubero, Antonio Moreno, Marta Herrera y Antonio Benítez.

En la página web oficial de la Semana de la Ciencia del CSIC, se describe de manera detallada cada uno de los temas que los científicos del Instituto de la Grasa expusieron y compartieron con todos los visitantes en las mesas de desayuno de los cafés con ciencia de este año.


Para terminar, me gustaría hacer una pequeña reflexión. Algo que me resulta extraño es encontrarme con personas que a día de hoy se sorprenden cuando escuchan hablar del periodismo científico. No vas a ver una cara rara si hablas de periodismo político o deportivo, pero hay quien dice: “no tenía ni idea de que existe el periodismo científico”, y yo, siendo realmente crítica, y humana, frente a este tipo de situaciones a las que a veces te tienes que enfrentar, pienso: “¿en qué mundo vive esta persona?”. Puede que dicho problema social esté relacionado con el hecho de que no tenemos que hacer ningún esfuerzo por conseguir las cosas que tenemos, y no hablo del dinero que valen sino de dónde nacen, cómo se hacen, quién las hace, porque todo está dado, terminado, hecho, y no surge la necesidad de preguntarse de dónde vienen o simplemente de reflexionar que ese ‘algo’ tuvo detrás todo un mundo de procesos transversales y complejos para llegar a ser lo que es hoy. Esta reflexión, por supuesto, es mucho más amplia, pero supone un pequeño guiño que hila con lo expuesto en los párrafos anteriores y que se dirige hacia la siguiente conclusión: “es poco tiempo (y dinero) el que se dedica a divulgar el conocimiento científico”. Si de verdad se quiere evolucionar y tener una sociedad con una base cultural sana y amplia, la ciencia no puede quedar rezagada, es más, tendría que estar en primera fila y las Unidades de Cultura Científica de los diferentes centros de investigación tendrían que ser el escenario.

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